miércoles, 18 de agosto de 2010

LA FERIA QUE PODRÍA SER

El Ser auténtico de la Feria, desde luego, no es el que tenemos en esta Málaga nuestra, a fecha del Solsticio de Verano, del año 2010.


La dejación perpetrada por el Gobierno Municipal, una vez más, contra lo que a todas luces tendría que haber sido una manifestación de nuestro arte y de nuestra cultura se nos presenta como un gran macro botellón, auspiciado y permitido por aquellos que dicen querer desterrarlo de la faz de la tierra, claro que esta vez no son los jóvenes los encargados del montaje y organización institucional.

Se hecha de menos aquellos tiempos en que Málaga se diferenciaba del resto del mundo por lo singular de su Feria, por un lado su Centro Histórico se engalanaba recuperando el colorido de sus jazmines, gitanillas y geranios invitando al folklore más típico y ambientalista que tenemos. Comerciantes, ciudadanos, entidades asociativas y su Ayuntamiento se ponían a la cabeza de su preparación, implicando a todo el mundo en el éxito (incuestionable) de una Feria del Centro y de un Real que era la envidia de propios y extraños.

La vestimenta de los malagueños con sus trajes típicos de gitanas, en sus mujeres y de corto, en sus hombres, contribuían juntos con las malagueñas, los verdiales y las sevillanas y mucho de flamenquería a embellecer nuestra ciudad, creando un ambiente de convivencia y de relación social maravilloso y desde luego, propio de un momento de fiesta como el que nos gusta vivir a los malagueños.

Lo que vivimos ahora, tiene el sello de un regidor triste y ciertamente gris, dónde la música, no nuestra, del tachín, tachín, y los descamisados proliferan por doquier, con litrona en mano y exabruptos de alta voz, que provocan un sentimiento de ridículo a los que nos gusta el divertimento simpático, educado y elegante.

La Feria de Málaga necesita a los malagueños y malagueñas y los necesita para darle un impulso internacional que la proyecte como el evento cultural y artístico más importante del Sur de Europa, un espacio abierto a todos los ciudadanos del Planeta, dónde a través de nuestras cosas, se sientan tan integrados que, igualmente, les haga participar en su engrandecimiento.

La Feria del Centro ha de ser eso, la de todo el casco histórico de Málaga, no sólo de dos calles, sino toda ella al completo, con la implicación de sus vecinos, de los comerciantes, dónde desde cada pequeño negocio (como se hacía antes) le ofrezca un aperitivo al visitante, dónde la música popular prolifere junto con nuestra alegría. Un Centro histórico al que los malagueños exijamos que todos presentemos la mejor cara que tenemos, la mejor imagen del andaluz, desterrando la chabacanería de aquellos que no entienden que esta fiesta se puede ver correspondida por millones de turista de todo el mundo y que a ellos hay que enseñarles que tras los festejos se encuentra una ciudad con hermosos rincones y con un patrimonio histórico digno y dispuesto para ser admirado.

El Real de la Feria, ciertamente, ha de estar enfocado de otra manera, ha de ser un indicativo del modo de vida que nos plantea nuestro clima. Ha de estar presente, en todos los que a ella asistan, que tras el cachondeo, está el arte de los que amamos la vida y que ésta se manifiesta con actividades de todo tipo, en un entorno, que ha de no desmerecer en nada a ese bello edificio que tiene al lado, cual es, el Palacio de Ferias y Congresos. Estos dos juntos han de congregar a lo largo de todo el año, a miles de personas interesadas en el fomento de los nobles modos de convivencia cultural y artística.

Es por tanto pertinente el debate abierto por María Gámez sobre el Ser de la Feria de Málaga. Ustedes, amigos y amigas, lectores y lectoras tienen la palabra y la acción para cambiarla.

Mari Carmen Sánchez Aranda

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