jueves, 15 de julio de 2010

MÁLAGA SE MERECE LO MEJOR

Empiezo este artículo pidiendo disculpas por el retraso en escribirlo, ningún portal merece estar tanto tiempo sin ser ocupado, por lo que prometo solventar los problemas que tengo con el tiempo y reiniciar un fluido intercambio contigo, lector. Gracias.

Conviene que reflexionemos sobre el papel de los políticos en las sociedades democráticas europeas y sobre todo, el concepto que de nosotros tienen los ciudadanos, y si éste es el fruto lógico de nuestras actuaciones y comportamientos o simplemente equivocan los parámetros sobre los que obtienen la valoración.

Como siempre he pensado que nosotros, también, somos ciudadanos y observamos la realidad con los mismos ojos que cualquiera, permítaseme que por un momento me quite el vestido de política (si esto es posible) e intente dar mi particular visión política, analizando aquellos temas que importan y preocupan a los malagueños.

En primer lugar sería interesante contemplar que en esta confesión personal y sincera que hago tendría que poner de manifiesto que los malagueños, malagueñas, entre las que me encuentro (políticos y no políticos) en esto de la cosa nuestra, no somos lo que se dice muy apegados, lo digo en el convencimiento de que una gran ciudad como es la nuestra, llamada la capital económica de Andalucía, la tierra del Sol y de la afluencia de millones de ciudadanos de todo el mundo, que vienen a nuestra provincia con el ánimo de admirar e invertir en su belleza natural su pequeña o gran fortuna, no es de recibo que unos y otros (ciudadanos y políticos) tengamos nuestros pueblos (fundamentalmente los costeros) y su capital en un estado, que bien podríamos decir mejorables. La falta de preocupación por nuestra historia, la dejación en la defensa de un litoral y una Málaga bella y atractiva, la desmotivación de los malagueños para la movilización y/o generación de opinión contra aquellas cuestiones negativas para nuestra imagen y nuestro sentido estético y la siempre dificultad (esto último endémico de nuestro País) para el acuerdo entre las principales fuerzas políticas en aras de la principal razón que ha de moverles, cuales son los ciudadanos, hacen que nuestro aspecto no avance en concordancia con el lógico, para la que dice ser la quinta provincia de España. En lo relativo a Málaga capital toquemos tres temas que vienen a demostrar lo que digo más arriba: el puerto, el urbanismo, los espacios productivos.

Conviene precisar primero que los asentamientos fenicios (en Málaga, siglo X a.c.) tuvieron la gran virtud de realizarse a lo largo y ancho del Mediterráneo siempre mirando al mar, logrando una simbiosis entre la civis y su puerto. Nada se construyó por casualidad y todo era realizado con la vista puesta en un horizonte de luz que les proporcionaba a los habitantes de sus ciudades el atractivo suficiente para que los foráneos que por allí pasaban quisieran venir a comerciar o a visitar tan hermosos enclaves. La economía de estas tierras dependía, por tanto, de una imagen de modernidad, de cercanía por el carácter afable de sus gentes y de servicio, pues siempre se entendió que éste debería ser uno de los objetivos claves entre Málaga y el resto de asentamientos, entre ambas orillas. Esta relación entre la ciudad y su mar proporcionó una visión diferente respecto a las ciudades del interior, debido fundamentalmente al intercambio cultural que se daba con multitud de ciudadanos del mundo, lo que nos proporcionó valores como son los de la tolerancia, la aceptación del diferente, el diálogo permanente, la discusión responsable, etc. Es decir conseguimos ser un pueblo que prefería la relación social pacífica a la violencia.

Hace ya, más de veinte años, desde que, no sin poco esfuerzo, se logra un gran acuerdo (Plan Especial del Puerto, año 1998) sobre la base de un sentimiento popular como era la apertura de nuestra ciudad al Mar, rompiendo, acabando en un futuro próximo, con la anacrónica muralla que la dividía. El famoso Plan ha sufrido, a lo largo de todos estos años, diversos y complicados ataques especulativos, siempre bajo el mismo común denominador, hacer de oro cuanto espacio pudieran adquirir, especialmente la esquina que separa el muelle uno del dos. Pudiera ser entendible que las administraciones “responsables” no tuvieran el dinero suficiente para llevar a cabo un proyecto ambicioso, pero esto no es óbice para que cualquiera que se proyectara, para un enclave tan especial como el descrito, no tenga por qué no tener una carga importante de valores, en los que predominen el servicio a la ciudadanía de Málaga. Nadie, absolutamente nadie entiende qué pasa por la cabeza de nuestros administradores cuando su decisión es poner, por ejemplo, un supermercado, en un lugar emblemático como es el Puerto de Málaga.

Nuevamente han de ser ciudadanos, intelectuales, artistas, profesionales (Manifiesto de los cuarenta) los que tienen que dar un golpe de atención sobre tamaña barbaridad y manifestar claramente que Málaga no merece ser tratada así. Los malagueños aspiran a tener y exponer la mejor imagen de nuestra ciudad y ello comporta que su uso no se vea corrompido por el acotamiento cultural, educativo y artístico de nuestra tierra. El foráneo que venga en un crucero tiene que hacerse una idea noble de nosotros nada más acercarse a su bahía y desde tierra ha de sentir la suave brisa con olor a mediterráneo. Por ello me adhiero al manifiesto de los cuarenta y les aliento a seguir adelante en su actitud, que les honra y de alguna manera es un principio que puede ir rompiendo con ese tópico de que los malagueños no defendemos lo nuestro.

El urbanismo de nuestra ciudad ya comenzó en los años setenta siendo caótico y descorazonador para los que siempre hemos creído que una planificación urbana es posible y necesaria para cualquier urbe que se precie de serlo y ha de serlo en tiempo y formas. Son muchos los ciudadanos y profesionales conocedores de la planificación urbanística que no entienden cómo desde el primer PGOU de 1983 se han repetido nuevos planes en 1997 y ahora en 2010, no sin pocas vicisitudes. En veintisiete años tres planes generales, cuando estos si se realizan con los consensos oportunos, con la participación adecuada y con la responsabilidad política de quienes tienen una Razón de Estado, tan importante como es la de dirigir el futuro de una ciudad como es Málaga, deberían haber realizado tan sólo uno en el periodo de tiempo mencionado. Un PGOU por cambio de partido político y otro por la incompetencia del último administrador, del mismo signo político. En el fondo está la ambición económica de quienes no tienen bastante con lo adquirido en el primer Plan y en la forma está la inequívoca respuesta del que no quiere diálogo, debates y acuerdos con las personas que les ocupan y les preocupan Málaga.

Si desde luego inapropiados son el tratamiento dado a nuestro Puerto y al urbanismo malagueño en general, no menos infame es el dado a nuestros Polígonos Industriales.

Según la Confederación de Empresarios de Málaga, los polígonos industriales en esta ciudad, pueden generar un empleo neto de alrededor de treinta mil personas y si bien las administraciones cada vez tienen más conciencia de la necesidad de adecentar los espacios productivos y adecuarlos a través de su modernización no es menos cierto que todavía queda mucho por hacer para convertirlos en verdaderos parques empresariales.

No me estoy refiriendo a la tan necesaria transformación que las pequeñas y medianas empresas han de hacer con sus negocios, acercándose cada vez más a las nuevas tecnologías y a las fórmulas de intercambio comercial, nacional e internacional, propios de las modernas y competitivas empresas que trabajan bajo la dirección de las, igualmente modernas técnicas de comunicación, información y marketing. Me refiero a que la competencia viene dada también por la ubicación de las mismas en un entorno amplio, limpio, con capacidad de maniobrabilidad de vehículos pesados, con aparcamientos y con un aspecto lejos del gueto (a decir por los propios empresarios) al que en nuestra Málaga aparentan dar.

Se hace necesario entender que además de representar un porcentaje importantísimo del empleo y de la riqueza de esta ciudad, es, al formar parte de ella (nunca podemos olvidarlo) fachada y escaparate de lo que somos y aspiramos a ser los malagueños. No podemos entrar a un polígono y encontrarnos con el colapso de vehículos, con la suciedad y con el caos circulatorio en todas y cada una de sus calles. Los polígonos industriales de Málaga necesitan de una firme y decidida apuesta o de un gran movimiento ciudadano y de trabajadores que reivindique su derecho a producir decentemente.

Pongámonos manos a ello y dejemos de mirarnos el ombligo. Málaga se merece lo mejor.