domingo, 26 de diciembre de 2010

BREVE REFLEXIÓN SOBRE EUROPA

Podemos, debemos hacernos muchas preguntas sobre la situación política global ante la que nos enfrentamos todos y creo que es importante subrayar “el todos” pues podría parecer que es una cuestión que afecta nada más que a una parte de la sociedad. Todos, significa, por un lado, ciudadanía: los que trabajan y los que están en el paro forzoso, hombres y mujeres, jóvenes y niños. Los profesionales, los artistas, los políticos……y por otro lado, el modelo social sobre el que hemos diseñado una nueva Europa. Unos y otros con el sistema democrático y de Derecho que construimos, mantenemos, sustentamos lo que llamamos el Estado de Bienestar, por cierto, enormemente denostado en los últimos años por aquellos que no han creído, ni creen (léase opinión de Aznar sobre el mantenimiento del modelo europeo) que se puede tener mayor calidad de vida y que ésta proporciona, a su vez, riqueza generalizada, incluso para esos que prefieren que la desesperación se instale en las vidas de la mayoría.

Los mercados no descansan, siempre presentes para crear las crisis y para aprovecharse de ellas, para exigir la no intervención de la política como para obligar a que se intervenga y se les sanee sus cuentas y en cualquier momento, vigilantes para (como ocurre ahora) acosar a los gobiernos para que se reconvenga los acuerdos políticos alcanzados durante décadas en favor de un modelo que les de más riquezas y nos empobrezca más a todos. El dinero, la insolidaridad está detrás de todo y lo hacen aprovechándose de la debilidad en la que se encuentra nuestro Continente, divididos en veintisiete gobiernos de una mayoría claramente conservadora, que nos debilita al encontrarse frente a un ejemplar proyecto progresista, en el que no creen.

El mercado, no tiene corazón, éste lo pone la política, es decir todos, de ahí que debamos entender que es importante la sublevación de nuestras conciencias en pro y defensa de la intervención política en la economía. Los europeos más que nunca necesitan hacerse preguntas, tales como: está dispuesta a sacrificar siglos de trabajo y de esfuerzo a favor del libre pensamiento y de la instalación del humanismo en la vida de sus conciudadanos o simplemente se va a entregar a la sinrazón del egoísmo de aquellos que no están dispuesto a sacrificar absolutamente nada y a exigir y provocar que el sacrificio venga sólo de los que conforman la mayoría sociológica.

Europa no puede permitirse ni tan siquiera un momento de duda, ha de seguir avanzando y lo tiene que hacer incorporando nuevos elementos de dirección política en sus órganos de gobierno, de forma y manera que nuestro continente pueda competir en ese nuevo escenario internacional que se está configurando a pasos agigantados, ya no me refiero sólo a los Estados Unidos sino a ese nuevo mundo que empieza a ser competitivo en muchas materias y muy especialmente en la tecnológicas.

Los diferentes gobiernos que configuran la Europa actual han de liderar el cambio que demandan los ciudadanos y lo han de hacer con generosidad y valentía, huyendo de posiciones nacionales excluyentes, que lejos de dotarnos de identidad, personalidad y capacidad para decidir, nos debilitan y provocan un efecto dominó que nos sitúa a todos, proyecto incluido, en manos de desaprensivos y especuladores.

Necesitamos un gobierno único en Europa, con una política fiscal única y con poder suficiente para engrandecer aún más las diferentes señas de identidades democráticas de los diferentes países que la conforman y poder exportar un modelo que de seguir avanzando sería el único que podría conseguir que el pleno empleo fuera una realidad en el mundo global en el que vivimos. Esto es posible y necesario y estoy convencida por mucha derecha que gobierne que es imparable, en tanto que necesidad biológica es.

Necesitamos ser líderes políticos en el desarrollo económico mundial, debemos ser deterministas en cuanto al futuro y eso sólo es posible con la participación predominante de los ciudadanos, que tarde o temprano se pondrán al frente del necesario cambio, contra la reacción de los inmovilistas.